ATREVERSE

Todos tenemos un deseo. Algo que anhelamos lograr en la vida, por pequeño que sea… ¿Cuál es el tuyo? ¿Qué te impide alcanzarlo?

Muchas veces nos encontramos estancados, por el desconocimiento, el creer que no tenemos los recursos para poder hacerlo, el temor de cambiar viejos formas de hacer las cosas o la dificultad de dejar que otros nos brinden ayuda.

Así, nos aferramos a “lo malo conocido” antes que animarnos a “lo bueno por conocer”. Nos autolimitados, perdiendo la posibilidad de alcanzar la satisfacción de lograr una meta deseada.

Los invito a compartir el siguiente cuento, para reflexionar juntos que es esto de ATREVERSE.


El cuento de las arenas

(Shah; Cuentos de los derviches, 1967)

Una corriente desde su fuente sita en montañas lejanas y después de pasar por los más variados paisajes, atravesado toda tipo de barrera llegó por fin a las arenas del desierto. Trató de atravesar también esta, pero descubrió que por veloz que penetrara las arenas, sus aguas desaparecían.

Estaba convencida, sin embargo, de que su destino era cruzar este desierto; no obstante, no había manera. Una voz oculta que emanaba del desierto mismo musitó:

-El viento cruza el desierto, de modo que también puede hacerlo la corriente.

La corriente objetó que las arenas la frustraban y que solo lograba ser absorbida; que el viento podía volar y que por eso era capaz de cruzar el desierto.

-Lanzándote en tu modo habitual no puedes hacerlo. Desaparecerás y te convertirás en marjal. Debes permitir que el viento te lleve a tu destino.

-Pero, ¿cómo podría suceder esto?

-Dejándote absorber por el viento.

Esta idea no le era aceptable. Después de todo, nunca había sido absorbida antes. No quería perder su individualidad. Una vez perdida ¿cómo saber si podía recuperarla?

-El viento-dijo la arena- desempeña esa función. Carga agua, la traslada por sobre el desierto y luego la deja caer. Al descender como lluvia, el agua se convierte nuevamente en río.

-¿Cómo puedo saber que eso es verdad?

-Es así, y si no lo crees, sólo puedes convertirte en ciénaga y aun eso podría llevarte muchos, muchos años, y, por cierto, una ciénaga no es lo mismo que una corriente.

-Pero ¿cómo puedo seguir siendo la misma corriente que hoy soy?

-En ningún caso puedes permanecer inalterada-dijo el murmullo-. Tu parte esencial se traslada y vuelve a convertirse en corriente. Se te da aún hoy el nombre de lo que eres porque no sabes que parte tuya es la esencia.

Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos de la corriente. Oscuramente recordaba un estado en el que ella -¿o alguna de sus partes?- había sido cargada en los brazos del viento. También recordaba -¿lo recordaba en verdad?- que esto era lo que en legitimidad había que hacer, aunque no resultara obvio.

Y la corriente elevó su vapor a los benevolentes brazos del viento, que con gentileza y facilidad lo llevó hasta llegar a la cima de una montaña, a muchos kilómetros de distancia, donde lo dejó caer suavemente. Y como había tenido dudas, la corriente pudo recordar y registrar con mayor firmeza en su mente los detalles de la experiencia. Reflexionó “si, ahora ha aprendido mi verdadera identidad”

La corriente estaba aprendiendo. Pero las arenas musitaron:

-Nosotras sabemos porque lo vemos suceder todos los días; y porque nosotras, las arenas, nos extendemos desde la margen del río hasta la montaña.

Y esa es la razón por la que se dice, que el camino que ha de seguir la corriente de la vida en su jornada está escrito en las arenas.


Día a día sentimos la incertidumbre del agua, y frustrados culpamos a otros de detenernos e imposibilitarnos lograr aquello que queremos. Pero somos los únicos capaces de detenernos a nosotros mismos, cuando no nos atrevemos a hacer uso de nuestros recursos.

Hay muchos con la sabiduría de las arenas dispuestos a brindarnos la información que necesitamos y otros capaces de brindar la compañía y sostén de los vientos, para que podamos continuar avanzando y hacer de nuestra vida lo que verdaderamente deseamos.

Sólo tenemos que atrevernos a buscarlos, y entregarnos al encuentro. Sin animarnos al contacto con los otros, sin animarnos al contacto con lo nuevo, perdemos la posibilidad de aprender y crecer.

Cómo la corriente, hay una parte nuestra que sabe y se anima a atreverse. Sabe lo que tiene que hacer, sabe con qué recursos cuenta, sabe cómo hacerlo, sabe escuchar a su parte más sabia, sabe que sola no puede y es bueno dejarse sostener, sabe confiar. Y sabe que aunque cambiemos, nuestra esencia permanece inalterable y nos guía desde lo más íntimo de nosotros mismos.

Lic. Liliana Dutto

Psicoterapia Gestáltica