En esta oportunidad los invito a explorar la emoción del Miedo, la presencia de esta suele generar una sensación de angustia, la cual se experimenta a través de síntomas físicos tales como: respiración rápida y superficial, estado de alerta, presión en el pecho, entre otras, lo cual anoticia que hemos percibido algo que entendemos como una amenaza. Debido a estos síntomas los seres humanos tendemos a actuar instintivamente mediante el ataque o la huida como mecanismos de respuesta.
Esta emoción suele agravarse si algún aspecto interno toma una actitud ignorante o/y desesperada por curarla.
“no tengo que sentir miedo, no es para tanto” o bien, “quiero que se me pase ya”
El miedo en su faceta funcional, es una señal que indica que existe una desproporción de correspondencia entre la magnitud de una amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos con los que creemos que contamos para resolverla. De ahí la importancia de prestarle atención.
La amenaza que percibimos puede ser física o emocional. El miedo indica que hay un problema, no es el problema, como se suele manifestar.
En el encuadre terapéutico el trabajo versa en que el paciente reconozca con que recursos cuenta para enfrentar la amenaza, comendo a experimentar esta señal como una signo, sin descalificarla, ni pretender curarla, otorgándole el lugar que le corresponde.
El miedo se transforma en disfuncional cuando inhibe, angustia, desorganiza o bloquea la capacidad de experiencia y aprendizaje.
La funcionalidad depende de cómo traten al aspecto temeroso interior; el resto de
los aspectos interiores, entre ellos; destacaré la importancia del aspecto evaluador; pues este suele imponer la realización de acciones, sin haber escuchado lo que el aspecto miedo tiene para decir, por ello la importancia de que en nuestro interior exista una relación solidaria y cooperativa entre nuestro aspecto evaluador y el miedo.
Una vez que se produce un dialogo entre ambos, y en el cual cada aspecto se sincera acerca de lo que necesita, podamos atravesar la experiencia que lo despertó de manera saludable.
Por todo lo antes mencionado es trascendental que podamos comenzar a explorar lo que estamos sintiendo en el aquí y ahora a fin de a responder con responsabilidad; es decir con habilidad, a las diferentes circunstancias que despiertan esta emoción.
Nuestras emociones son nuestro mayor recurso, nos posibilitan saber cómo estamos en la situación actual, y nos proporcionan la pista para atravesarla.
Adriana Retamoso
Lic. en Piscología
En formación gestáltica
Mat. 1066