En nuestra cultura, “masturbación” es una palabra sucia –incluso más que “sexo”- y se hace a la rápida en lugares sucios y feos, como los baños. De hecho, yo casi he dejado de usar la palabra masturbación, porque en realidad no describe lo que hago en mis sesiones conmigo misma, y he empezado a sustituirla por las palabras amor a mi misma o hacerme el amor.
En el pasado he sido renuente a describir mis sesiones personales, no sólo por un sentido de privacidad, sino porque enfatizo a mis alumnos que no hay otro método sexual que dejar que la energía suba por el cuerpo, y temía que ellos me copiaran mi estilo personal en lugar de desarrollar el suyo propio. Sin embargo, habiendo descubierto el lamentable estado del arte del amor a sí mismo y las dificultades que mis alumnos estaban teniendo con él, finalmente he incluido un capítulo sobre “cómo hacerlo”, o por lo menos, cómo yo lo hago. Por favor, no tome esto como una fórmula a seguir, sino sólo como un estímulo para su propia imaginación y creatividad…
En primer lugar, piense en qué lo excita. ¿La música romántica o el rock? ¿Las velas o el incienso? ¿Las revistas porno? ¿Las sábanas de raso, las alfombras de piel, las chimeneas? ¿La luz de la luna, las olas golpeando la arena, el aire cálido y húmedo en su piel? ¿El ponerse ropa interior sexy o unos jeans ajustados? ¿Las fantasías? ¿Los consoladores? Úselos. Úselos todos en cualquier combinación que quiera. Créese en su dormitorio o donde sea un ambiente erótico, utilizando tantas cosas excitantes y objetos hermosos como pueda.
Le convendrá empezar sus sesiones relajando el cuerpo en diversas formas, porque todos estamos estresados en exceso y el estrés psicológico y la tensión muscular interfieren con el flujo de energía en el cuerpo.
A mí me gusta tomar largos baños calientes o sentarme en una tina con agua tibia, rodeada de velas, incienso, flores, luz de la luna, permitiendo conscientemente que se relajen tantos músculos como me sea posible. Me lavo lenta y amorosamente con las manos desnudas, consciente de que ellas se conectan con mi corazón y llevan el impulso del amor a lo que sea que yo toque. Le presto mayor atención amorosa a las parte de mi cuerpo que no me gustan mucho, como mi vientre y mis muslos, y le doy un poco de estímulo a mis zonas erógenas.
Después de media a una hora en la tina, me seco y me doy masajes en todo el cuerpo con un aceite para estos efectos. Uso aceites vegetales como de almendra o de carozo de damasco, que compro en la tienda de alimentos naturistas, y les agrego un poco de mi perfume preferido. Una vez descubrí, cuando necesitaba un masaje y me era imposible pagar uno, que yo misma podía darme masajes en todo el cuerpo, con la excepción de un área muy pequeña en mi espalda. Los hombros, el cuello, la parte baja de la espalda, las nalgas, así como también los brazos, las piernas y la cabeza, son fáciles de alcanzar para eliminar las tensiones del día.
Cuando termino de recorrer todo mi cuerpo de una manera terapéutica, vuelvo a hacerlo pero en una forma sensual y tierna, acariciándome el rostro, el cuello, el torso, experimentando primero una sensación de sensualidad y de ternura en lugar de erotismo. Incluyo algo de ternura hacia mis zonas eróticas, pero no me concentro en ellas. Fantaseo, pude que me vista total o parcialmente en forma erótica. Traigo mi música o mis revistas, o lo que sea que me atraiga ese día. Tal vez acaricie mi cuerpo con alguna tela suave o plumas, u otras cosas con textura.
Cuando me siento sensual y lista, comienzo a estimular mis genitales, mis pezones y otros puntos de excitación, y a trabajar gradualmente la energía en forma ascendente hacia ese punto justo antes del orgasmo que quiero utilizar como mi meditación.
Las mujeres que no están familiarizadas con la masturbación necesitan descubrir la estimulación adecuada de los pezones y el clítoris y mantener húmedo el dedo que trabaja en este órgano. La manera más sencilla de hacer esto es regresarlo a la vagina con frecuencia, porque generalmente ahí hay la cantidad suficiente de humedad del tipo preciso. La saliva también sirve, o se puede tener a la mano un poco de aceite en un bol u otro recipiente apropiado, para no romper el ritmo destapando frascos y vertiendo. Si le cuesta descubrir su punto mágico, intente con la parte superior de la columna del clítoris, hacia arriba del hueso púbico y hacia los lados, en lugar de hacia el final o la “cabeza” de él.
Encuentro que cuando me he estimulado cerca del orgasmo, tengo suficiente sensación en la vagina y alrededor de los labios vaginales, y en ese momento los dedos o un consolador aumentan las sensaciones totales en forma dramática. Descubra los puntos tanto internos como externos que le agradan, y aprenda a utilizarlos junto con otras formas de estimulación tal como la clitórica.
Una vez que haya explorado el interior de su vagina y descubierto cuán suave, tibia y erógena es y qué la excita allí, también puede desarrollar una técnica de caricias que le va a resultar muy placentera a usted y a un pene, si es que tiene uno adentro. Inténtelo primero con sus dedos adentro, de modo que usted misma pueda sentir las amorosas sensaciones de las caricias. Primero contraiga el músculo pubo-coxígeo y luego empuje hacia fuera, como si estuviera expulsando algo de la vagina. Adquiera un ritmo cómodo, contrayendo, empujando hacia fuera, contrayendo, empujando hacia fuera. El efecto interno es un delicioso tipo de caricias u ordeña de cualquier objeto que esté adentro para recibirlas.
Fragmento del libro “El Amor A Sí Mismo -Tantra y Autoerotismo”
Autora: Margo Woods