El Sr. Aníbal
A todo este mundo de las plantas, de los verdaderos curanderos y curanderas, la mayoría de la gente lo relaciona con la vida rural; o en las ciudades, con la vida en los barrios.
También se lo vincula con los pueblos originarios, y con esa onda New Age enlatada para exportar o para “currar” un poco, que bien hace falta para llenar la olla.
Menos emparentado está este mundo con la comunidad científica y mucho menos aún con el mundo de las finanzas y las altas esferas políticas.
Por lo general esto es así, aunque hay excepciones.
Una de ellas es el caso del Sr. Aníbal D. cuyo nombre es ficticio en este cuento por razones de seguridad.
Aníbal es una de esas personas que siempre está rodeada de un séquito de empleados y colaboradores que andan como un enjambre a su lado, pasándose los celulares entre ellos como malabaristas, llenos de carpetas y accesorios de última tecnología.
Prácticamente no tiene vida privada por lo encumbrado de su jerarquía social y sus poderosas influencias. Pero lo que pocos saben es que Aníbal también es un gran Curandero y con mayúsculas.
Yo estaba terminando de organizar mi equipaje para ir a una Dieta, que así llaman los indios a un retiro y aprendizaje. La dirigiría Don Acevedo y yo sería su mano derecha en la organización y logística.
Suena mi celular desde un número que no conocía, atiendo y escucho la voz de Aníbal.
¿Ale? -preguntó-, ¿Podés hablar?
¡¡Aníbal!! Sí, dije yo, gratamente sorprendido.
Mirá, al final decidí ir a
Uy, pensé… ¿En qué me estoy metiendo?...
No hay problema, dije, contá con eso.
A la hora y media me pasaron a buscar sus colaboradores y me llevaron a su oficina, donde …¿saben quién estaba saliendo de su estudio? : …. Mmm….
…No, mejor no digo nada sobre quiénes estaban allí…
Después de dos horas de charla con unas treinta interrupciones, quedamos organizados.
Me dieron las llaves de un auto equipado para que me movilizara esos días y Jonás, el hijo de una de sus secretarias, me dio una “capacitación intensiva” en la tecnología móvil que íbamos a utilizar.
Llevábamos dos días de
Don Acevedo iluminaba a todos con su erudición y sabiduría, inundando las cabezas y las almas, respectivamente. Yo no paraba de trabajar, hablar por teléfono y conducir desde el campo a la ciudad varias veces al día. Además estaba encantado de poder disponer de tantas horas cara a cara con Aníbal, a quien tanto admiro y con quien es tan difícil encontrarse.
A las seis de la mañana del tercer día de
“Código Teté – Pasamos a buscarlo a Aníbal en 45 minutos”
OK, escribí con resignación…
Nos despedimos de él con Don Acevedo. Ambos estábamos apenados por su temprana partida, porque es un hombre que nos da mucha seguridad y nos enseña a dirigir nuestros destinos.
Para mi también es una fuente de conocimiento y cada vez que estoy con él recibo algo así como una “actualización” política, económica y cultural.
Pero una de las cosas que más me acongojó de su despedida fue devolver las llaves del auto.
Un Sedan Volvo S80, azul oscuro, V8, AWD, 315 CV, motor a nafta de
Seguimos en el próximo número con más yuyos y cuentos del monte. Salud!
Sr. Alejandro