Muestra de agua antes y después de

recibir la bendición de un Monje Budista


El científico japonés Masaru Emoto pudo demostrar que nuestro pensamiento tiene la capacidad de alterar la estructura molecular del agua.

Emoto tomó varias muestras de agua de la represa Fujiwara en Japón; dejó una como testigo, y sometió a las demás a diversos estímulos de pensamiento e intención.

Después, congeló las muestras y con la ayuda de un ultramicroscopio pudo comprobar que cada muestra asumió una estructura molecular diferente según el pensamiento o la intención a la que fue sometida.

Así, los cristales de la muestra que fue separada como testigo asumieron una estructura diferente de la que bendijo un Monje Budista; o de la que fue rotulada con la palabra “Miedo”; o la que fue sometida al “Chi del Amor”.

La ciencia no ha podido establecer aún como el simple estímulo de un pensamiento o de una oración puede alterar la estructura molecular del agua.

Pero está claro lo que el pensamiento puede hacer en nosotros que somos setenta por ciento agua.

Ud. no es su mente

Cuando nos identificamos con la mente esta toma el control y el pensamiento se vuelve compulsivo y tiende a repetirse.

Y cada vez que un pensamiento negativo se repite, nuestras emociones vuelven a

vibrar en esa sintonía y en algún sentido, todo en nosotros se ordena en función de de ese pensamiento.

El pensamiento compulsivo crea con el tiempo un estado de separación aparente del entorno y nuestro “mundo mental” se vuelve así enfermizamente complejo de problemas y conflictos que se suceden sin cesar.

Los pensamientos se repiten en representaciones mentales con las que la mente especula, juzga, compara, proyecta, recuerda, acepta o rechaza situaciones imaginarias que nos alejan del presente.

Por eso es importante que no nos identifiquemos con la mente y con esos pensamientos. Que prestemos atención y que estemos atentos a cualquier idea o patrón que se repita compulsivamente en nosotros.

Y cuando ello pase, simplemente debemos volver a conectarnos con la respiración y con lo corporal.

De ese modo volveremos a enfocarnos en el ahora y dejaremos de alimentar ese círculo de pensamientos compulsivos en el que nuestras mentes parecen cautivas.

Namasté.