Espera.

Heme aquí: erguida, parada sobre mis dos piernas, totalmente formada de pies a cabeza. Entera. Lo roto vendrá luego –lo sé- aún así sigo caminando sin detenerme hacia mi destino.

Él todavía no lo sabe pero su ser existe por mí, para mí, yo anduve infinidad de siglos tratando de encontrarlo, vagando por miles de vidas con el sólo propósito de encontrarlo.

Falta poco -mi corazón no deja de darme señales- él no lo sabe ¿o si?, ¿sentirá en este momento el mismo palpitar que yo o andará por ahí inocente del encuentro que nos espera?

Sufriré su ausencia más tarde, no me importa -eso no es nada- lo llevaré conmigo donde vaya y ya…

Creés que soy pesimista, no olvides que cada vez que lo encuentro lo pierdo, aún no he podido –o querido- aprender la lección.

No te enojes ni me regañes, él es lo que soy, tengo más experiencia en estas cosas y esta vez voy a trascenderlo.

¡No te rías, no me mires así!

¿Se nota? la verdad es que estoy a punto de morir por la espera y no me opondría si eso valiese la gracia de este encuentro, quién sabe cuándo el círculo nos reunirá nuevamente, cómo seremos, dónde viviremos, o cuántos años tendremos en la próxima ronda.

Lo esperaré las vidas que sean necesarias.

Por si acaso no me moveré de este lugar, quiero que lo primero que vea sean mis ojos para que me reconozca y sepa que soy yo.

Virginia Lobo