Flores para Mariana

Hace unos días el frío de junio pareció darnos un respiro;

y con el calor, volví a sentir la presencia de mi cuerpo…

Y al instante vi que las paredes, las calles y los autos eran sólidos de nuevo

No sé cuánto tiempo pasó desde la última vez que el mundo no tenía muros.

La vida, o los condicionamientos culturales, van solidificando nuestro entorno.

Es que como sociedad, hemos elegido en algún momento cristalizar la realidad que percibimos.

Pero la realidad y el universo son fluidos.

Y esa aparente sensación de seguridad que encontramos en lo sólido, no solo que es aparente;

sino que además, nos aleja del resto de las cosas.

Por eso el amor es sagrado.

Y vuelve a darnos siempre y en el mismo instante de su llegada,

los sueños y las alas que perdimos ya hace tiempo.

Tan poderoso es su pulso que destruye de un golpe todo o casi todo el entorno que habíamos inventado buscando seguridad.

Capítulo I

La vida de Mariana no tiene nada anormal.

Egresó de la facultad de derecho a los 25 años y a los 27 se casó con Martín.

Con los 30 llegó Francisco y trajo con él la concreción de todos los sueños que el destino parecía haber previsto para ella.

Hoy tiene 35 años, dos hijos, trabaja en uno de los bufetes de abogados más importantes de la ciudad,

y tiene sexo una o dos veces por semana.

Últimamente discute mucho con Martín,

generalmente por tonterías,

pero ya los dos se han acostumbrado a eso.

En el fondo tienen una buena relación.

Una relación normal.

Además ir a terapia le ha ayudado mucho.

No es que estuviera mal

pero el trabajo, y los chicos que ya van creciendo y necesitan más atención,

y la rutina de todos los días;

han hecho que hasta su carácter cambie un poco.

Por eso hoy trata de buscar un poco de tiempo para ella entre todas las obligaciones cotidianas;

Aunque a veces, siente que con eso no le alcanza.

Capítulo II

Después de que el transporte llevó a los chicos al jardín, volvió a despertar a Martín que como todos los lunes no quería ir a trabajar;

Y salió para la oficina un poco corta de tiempo como siempre.

La mañana en la oficina, entre las audiencias y los escritos que había que presentar tuvo mucho de caos.

- Odio los lunes –dijo Laura mientras trataba de ordenar la pila de papeles que cayó del escritorio.

- Bueno, no culpes al lunes de los daiquiris del sábado a la noche –contestó Rocío con más envidia que burla.

- No te preocupes, que a la tarde nos tiene que contar todo con lujo de detalles -aclaró Mariana recordando la vigencia de ese ritual de los lunes por la tarde, cuando Laura, la única soltera de la oficina, comparte con sus amigas las aventuras del fin de semana.

Todas echaron a reír descomprimiendo así por un momento el estrés de la mañana.

Ciertamente esa buena relación con sus compañeras de trabajo ocupaba hoy un lugar muy importante en su vida.

También era feliz con su profesión.

Por eso no entendía por qué se sentía así…

Poco después de la una buscó a los chicos y regresó a casa.

Martín, con su habitual mal humor, comenzó a discutir con Francisco a mitad del almuerzo.

- Lo vas a hacer llorar…

- ¡Deja de defenderlo por favor! Porque es culpa tuya que sea tan malcriado. Termino de almorzar y me voy a dormir y más vale que no haga ruido –sentenció Martín ejerciendo todo su poder en la mesa familiar.

A los chicos les hacía mucho mal ese ambiente de conflicto que siempre generaba el papá.

Sobre todo porque esa forma de vivir iba, de uno u otro modo, haciéndose parte de su propia personalidad.

Las discusiones con la madre, los reproches por casi todo y la violencia hacia ellos son rasgos de Martín que ella trataba de suavizar aunque no siempre con éxito

- No llores, papá te quiere mucho. Pasa que hoy está un poquito cansado pero cuando se levante va a jugar con vos y con tu hermanito. ¿Quieren un chocolate?

A las cuatro de la tarde, con la niñera, llegó la hora de prepararse para volver al trabajo.

Se despidió de los chicos y le recomendó a Nancy que no hicieran ruido hasta que Martín se levante de la siesta; y salió para la oficina sin saber que el control que hasta ese momento mantenía sobre su vida estaba próximo a cambiar.

Hoy podemos ver con claridad que ese mundo que ella había construido no podía perdurar.

Pero en aquel momento, en ese lunes, su realidad era la única que existía.

Y puede decirse que en cierto modo era feliz.

Poco después de las seis de la tarde entró Laura a su oficina con media docena de rosas.

- Mariana, un cadete acaba de traerte estas rosas –dijo mientras buscaba en sus ojos una explicación-, no tienen tarjeta, agregó.

-Hay, este Martín… dijo ella mientras recordaba la discusión del mediodía.

Como no lo voy a perdonar, pensó luego, si después de todo para él tampoco debe ser fácil la vida que llevamos.

Igual, no puede tratar así a los chicos. Esta noche voy a hablar con él, se dijo mientras olía el perfume de las rosas.

Capítulo III

Las complicaciones del trabajo hicieron que se demorara en la oficina más de lo previsto.

Y cuando llegó a casa ya todos dormían.

Al acostarse se abrazo a Martín y le dijo al oído que estuvo muy bien lo de la tarjeta; procurando de esta manera comenzar la charla que quería tener con él

- ¿Que tarjeta? –respondió Martín sin entender de que le estaba hablando.

Y en ese instante el mundo dejó de ser el mismo para ella.

- No, no, perdoname, es muy tarde y vengo muy acelerada del trabajo y quería contarte que me ofrecieron una nueva tarjeta de crédito; pero seguí durmiendo,

mañana te cuento.

Obviamente ella al momento comprendió que no había sido él quien le envió las flores.

No sé a qué hora pudo finalmente conciliar el sueño tratando de descubrir quién habrá sido el que se las envió.

Al día siguiente, la puerta de vidrio de la oficina le hizo ver que se había arreglado demasiado para un día normal de laburo.

Para antes de las diez de la mañana el brillo en sus ojos ya la había delatado frente a sus compañeras.

- ¿Pero quien será? –preguntó Roció

- Yo me muero si alguien me hace algo así -dijo Laura.

- Convengamos querida, que vos con mucho menos te morís a cada rato –replicó Rocío para quien la vida de soltera de una mujer no debía pasar de los 25 años.

-No tengo idea y además estoy casada. Me gustó el detalle. Pero cuando de la cara voy a aclararle que no tengo ningún interés en engancharme en esa aventura –dijo Mariana poniendo fin precariamente al tema.

Y es que en el fondo y aún cuando ella nunca estuvo de acuerdo con la infidelidad; esto de las rosas había hecho que de nuevo se sintiera una mujer.

También le trajo un gran reproche a la vida de pareja que llevaba con Martín (que no le regalaba flores desde el nacimiento de Camila).

No sé bien si fue la falta de sueño o la forma en que Martín trataba a los chicos; pero el breve almuerzo del martes terminó con una fuerte discusión.

Y prefirió volver más temprano a la oficina.

Para las seis de la tarde ya no pudo concentrarse en el trabajo.

Pero tampoco a esa hora dio señal alguna su misterioso admirador

- Ese hijo de puta no puede no aparecer –dijo Laura que para esa altura ya vivía las flores como propias.

- ¿Te dijo algo el cadete cuando te dio las flores? –preguntó Mariana dejando ver un poco de preocupación en el tono de su voz.

- No, estaba entrando a la oficina, me paró y me dijo que traía esas flores para Mariana. No te preocupes tanto que seguro que ya va a aparecer, agregó Laura tratando de calmarla.

- Seguro que son de algún cliente y el cadete perdió la tarjeta de camino, viste como son los cadetes, andan todo el día drogados -dijo Rocío queriendo dar ya por terminado el tema.

Puede ser, dijo Mariana que ya había descartado por completo esa posibilidad.

Por la noche, mientras regresaba a su casa, con las bocinas de los autos descubrió que el semáforo y su vida habían cambiado de color…

Y que esas flores le habían hecho mucho más feliz de lo que hasta para ella misma estaba dispuesta a admitir.

Volvió a sentir que estaba viva

y todo aquello que antes del matrimonio era tan común en sus días.

Se descubrió mujer

Y finalmente tuvo que asumir

que con Martín

ya no era feliz…

Capítulo IV

El miércoles se arregló como nunca

Y decidió ir de compras ni bien pudiera zafar un rato del laburo.

Después de todo y aunque pasara lo que pasara con lo de las flores nada impedía que se permitiera al menos soñar un poco con eso.

Descubrió que su guardarropa estaba bastante anticuado y que su corte de pelo había pasado de moda.

Y supo también que cuando apareciera el de las flores,

tal vez

diría que si...

Obviamente Martín no advirtió su nuevo color en el pelo

ni tampoco que esos tres minutos de sexo de mitad de semana no llegaron a excitarla.

Pero en realidad Mariana no podía dejar de pensar en las rosas y en la vida que hoy quería para ella.

El jueves por la mañana habló con su madre por teléfono.

Siempre tuvo una buena relación con ella.

- Mariana, no te dejes llevar por esas sensaciones,

pensá en tus hijos, Martín es un buen hombre

y tienen una buena vida juntos.

Todos atravesamos por malos momentos. Pero el secreto está en ponerle al matrimonio la magia y los deseos que hoy querés encontrar en otro lado.

El jueves por la tarde comenzó a dudar.

Tal vez por la charla con su madre o por el silencio del supuesto admirador que seguía sin aparecer.

No sé bien por que,

pero sus ojos no brillaban como ayer.

- Mamá tiene razón, pensó.

Martín es un buen hombre

y tenemos una buena vida juntos

y de verdad se sintió mal…

Pensó también que tal vez esas flores ni siquiera eran para ella.

- Seguro que el cadete, drogado como dice Rocío, se había equivocado de dirección.

Esas flores no podían ser para ella.

Además, su vida estaba bien como estaba

y se prometió dejar de pensar en todas esas cosas de una buena vez por todas.

Lamentablemente esa noche Martín volvió un poco tarde y muy cansado del fútbol,

pero le prometió que el viernes los llevaría a cenar…

Después de un rato,

cerró sus ojos

y trató de dormir…

Capítulo V

El viernes por la mañana, al salir de una audiencia llamó al estudio para avisar que regresaría por la tarde,

fue hasta un café en el centro

y apagó el celular.

Realmente necesitaba pensar.

¿Tenía sentido todo esto?

¿Podría volver a enamorarse de Martín?

Y al preguntárselo, tal vez sin saberlo, se paró de nuevo frente a la encrucijada del camino.

Ahora tenía que elegir.

O continuaba con su vida actual, fingiendo no ver el problema;

O se animaba a descubrir hasta donde lleva ese nuevo sendero que se abría frente a ella.

Y es ese en realidad

el verdadero problema.

Qué hacemos con nuestra vida.

Aferrarnos a la estructura generada por el condicionamiento social es siempre una alternativa.

Pero tarde o temprano

llegaremos de nuevo a esa misma encrucijada del camino

que presenta ante nosotros

la posibilidad de ser feliz…

Los Griegos explicaban la naturaleza del amor diciendo que:

“En el comienzo estábamos juntos,

con cuatro brazos y cuatro piernas;

pero en nuestra juventud no sabíamos

amar.

Al ver esto

los Dioses en su infinita bondad

nos separaron en dos cuerpos y nos enviaron a distantes lugares del universo.

Y desde entonces

nos buscamos…

Y yo debo agregar que

cada vez que nos acercamos al amor

nos acercamos también

a esa otra parte de nosotros mismos

y algún día,

cuando hayamos aprendido,

volveremos a estar juntos

con cuatro brazos y cuatro piernas…

Poco después de las seis de la tarde

llegó al estudio una tarjeta para ella.

Al instante reconoció la letra.

Y sus ojos,

Volvieron a brillar…

Fin